Lille-Gante-Lille por 0 euros

viernes, 30 de agosto de 2013

Me sentía mal por haber pasado por Bélgica y solo haber visto a uno de los amigos que allí tengo. Así que decidí quedarme un día más en casa de mi anfitrión Mike, en Lille, para acercarme en una visita relámpago a Gante, que está a unos ochenta kilómetros.

LilleCuando Mike se ha ido a trabajar yo he caminado hasta la entrada de la autopista. He sacado mi cartoncito con la palabra “Gent” escrita en letras bien claras y he respirado hondo. En unos quince minutos un chaval me ha parado; no iba a Gante, pero me ha convencido para llevarme hasta otra entrada a la autovía con más tráfico. En esa entrada, con semáforo y todo, se ha bajado un tipo de su furgoneta para decirme (en francés y con señas) que estaba en el sitio erróneo, que tenía que bajar a la misma autovía. No sé porqué le he hecho caso y me he hinchado de comer rastrojo húmedo (había llovido por la noche y estaba todo mojado) bajando hasta la misma autovía. Allí era imposible, los coches pasaban a toda velocidad, así que volví a subir pastizal arriba hasta el semáforo. En unos minutos han parado unos chavales con pinta de traficantes de droga en un BMW nuevecito que me han dejado en la frontera (no he podido preguntarles sobre su ocupación porque solo hablaban francés). frontera franco-belgaHe estado esperando allí casi una hora, al lado de las garitas abandonadas donde estaba la frontera cuando aun había trabas para moverse por Europa. He pensado que a lo mejor estaba en el lugar incorrecto y he caminado doscientos metros, cruzando las garitas y entrando en Bélgica. En cuanto he levantado el cartel me ha parado un belga de unos sesenta años. Dennis trabaja fabricando escaleras artesanales de todo tipo y recibe encargos de toda Europa para hacer escaleras. Me ha estado contando el “gran viaje” que hizo con su novia cuando era joven: llegaron a Budapest haciendo auto-stop, luego cogieron el trans-siberiano hasta Pekín y siguieron hacia el sur hasta Indonesia, desde donde regresaron en avión; un año se pasaron en la carretera. Al tipo se le saltaban las lágrimas recordándolo, no es para menos.

A eso de las dos de la tarde mi nuevo amigo me ha dejado cerca del centro de Gante y ha seguido camino hacia su casa. Yo me he ido directamente a los “barquitos” de la familia de mi amiga Sieska. No le había avisado de que iba para allá, pensé en sorprenderla apareciendo por allí. Pero la sorpresa me la he llevado yo. Cuando he llegado al canal me he acercado a a la caseta donde se venden los billetes para el paseo en barco. Una chica embarazadísima me ha recibido.
-Sieska no trabajo hoy -me ha dicho, y se me ha quedado mirando un momento-… Tú conociste a mi hermana en Helsinki, ¿verdad? ¿de Erasmus?
No tengo ni idea de si la chica me había reconocido por alguna foto de hace diez años o si había intuido el origen de mi amistad con su hermana, pero había dado en el clavo. Yo no la conocía, pero curiosamente si que conocía a su primer hijo, con el que había pasado una tarde cuando estuve en casa de Sieska hace ya cuatro años (aquí). Parece que Sieska trabaja en los barquitos solo los fines de semana. La he llamado por teléfono, pero su trabajo de diario está algo lejos y por desgracia no tenía tiempo para acercarse al centro a verme.

Gante

Tras la primera decepción he llamado a otra amiga. Adriana participó en el tour en canoa por el Mosoni Duna de hace dos años y ya entonces apareció en este blog encerrada en una celda roja (aquí). Con Adri he tenido más suerte, salía de trabajar a las cuatro.

GanteGante

Mientras la esperaba he paseado un poco por Gante, que sigue siendo una ciudad encantadora. Adriana me ha llevado a su casa, que es un chalet estupendo en las afueras con jardín, gatos y buen vino. Como es viernes (y en Lille vive nuestro amigo común Nico) no me ha costado convencerla para que se volviera conmigo, bajo la promesa de que allí seguro que habría un colchón para ella ya fuera en casa de Nico o en casa de mi anfitrión, Mike. Y así he regresado a mi hogar temporal en estupenda compañía, y de gratis.

Lille

jueves, 29 de agosto de 2013

Aun me quedan dos semanas y casi tres mil kilómetros de viaje pero, por algún motivo que desconozco, al regresar a Francia siento que voy de regreso a casa…

Lille

LilleLille es una ciudad que tiene bastantes atractivos turísticos, animada vida nocturna y, sorprendentemente, espíritu flamenco. Está muy cerca de la frontera con Bélgica y en parte de su historia formó parte del mismo país. La plaza del General de Gaulle (que es la plaza central) se da un aire a la Grand Place de Bruselas, con edificios casi tan imponentes como los de la capital belga y una gran fuente central con la estatua de la Déesse (la Diosa) en una columna en el centro; esta diosa representa el heroísmo que mostraron los lilenses durante el asedio que sufrió la ciudad en 1792 por parte de los austriacos. No se ve un árbol o una miserable brizna de hierba en el gran espacio que ocupa la plaza. Pero la necesidad de verde se ve rápidamente cubierta a nada que uno se aleja un poco hacia el Oeste de la plaza. La ciudadela de Lille se encuentra a menos de un kilómetro de allí. Está rodeada por un canal redondo de unos cuatro kilómetros de diámetro dentro del cual una corona de bosques ocultan de la vista al castillo. Este tiene una muralla en forma de estrella que rodeé completamente. Desde allí uno podría pensar que se encontraba en medio del campo; el asfalto queda lejos y el camino de tierra está marcado por los árboles, estanques con aves acuáticas y la muralla de piedra gris.

LilleLille

En la parte sur de la ciudadela, la más cercana al centro, está el zoológico de Lille, que es gratuito y bastante grande. Me ha gustado especialmente la sala de reptiles, con serpientes de todo tipo, iguanas y algunos monos raros pequeñitos.

zoológico de Lillezoológico de Lille

Y esto es casi todo lo que tengo que contar sobre Lille. He pasado tres días en la ciudad; dos tranquilos, paseando y observando, y un tercero que merece una entrada aparte que creo será mucho más interesante que esta…

El gran mercadillo de Bruselas

miércoles, 28 de agosto de 2013

  Y vuelvo a quedarme solo…

Grand Place, Bruselas

He pasado dos días en Bruselas, en casa de mi amiga Vanessa y sus dos pequeños gemelos Franklin y Cassidy. Ha sido un auténtico respiro en el camino; ya conocía la ciudad y tras casi un mes de viaje me apetecía hacer otras cosas; ver una película en el sofá, jugar con los niños… y sobre todo no tener que pensar en el plan del día, transportes o alojamientos.

BruselasBruselas

Jeu de Balle, BruselasBueno, algo de turismo básico si que he hecho. Algún paseo por el centro y, sobre todo, por el estupendo mercadillo callejero de la plaza de Jeu de Balle. Este es uno de los flea markets más populares de Europa. Hay puestos de muebles antiguos o de productos electrónicos más o menos antiguos (si buscas lo nuevo de Samsung estás en el lugar equivocado, pero podrás encontrar fácilmente un Nokia 3310 en perfecto estado). Ropa de segunda mano, lámparas, cámaras de fotos de los años setenta (o así), platos y vasos de los que usaban nuestras abuelas… un sinfín de objetos de lo más variopinto que amuebla y decora las casas de todo bruselense que se precie de serlo.

Jeu de Balle, BruselasJeu de Balle, BruselasJeu de Balle, BruselasJeu de Balle, BruselasJeu de Balle, BruselasJeu de Balle, Bruselas

Fin de semana loco en Renania del Norte-Westfalia

domingo, 25 de agosto de 2013

catedral de ColoniaNo teníamos gran cosa planificada. Tan solo el transporte, con un chaval al que habíamos contactado a través de blablacar. Hicimos el viaje desde Nuremberg sin problemas y llegamos a Colonia al atardecer. Nos paseamos por los alrededores de la estación (y la impresionante catedral, que está al lado) en busca de alojamiento para la noche, sin éxito. Ese fin de semana se celebraba el game-con (una convención de videojuegos que por lo visto es muy importante) y multitudes de adolescentes con acné y trajes de elfos, magos y personajes manga habían ocupado hasta el último catre de la ciudad y amenazaban también con acabar con las reservas de BigMacs del McDonald’s. Por fortuna en un hostal la amable recepcionista, supongo que alegrándose de hablar por un rato con adultos, nos permitió usar los ordenadores que tenían en la entrada para buscar alojamiento. En tres minutos dimos Colonia por perdida (lo poco que había disponible era demasiado caro) y comenzamos a buscar por los alrededores. No di crédito a mis ojos cuando vi que en Dusseldorf, que es la ciudad más cercana, se ofrecía una habitación doble por menos de cincuenta euros… ¡en un hotel de cuatro estrellas!

ColoniaColonia

Así que para Dusseldorf nos fuimos… para las afueras de Dusseldorf, para ser más precisos. Tuvimos que coger un tren, metro, un autobús y llegamos al fastuoso (al menos nos lo pareció) Hotel Lindner Congress pasadas las doce de la noche. En recepción nos indicaron que por falta de habitaciones tendrían que darnos una de tipo First Class… sin sobrecoste, por supuesto. No protestamos nada de nada.

DusseldorfEl sábado se levantó nublado y hacía frío. La experiencia del día anterior nos había quitado las ganas de volver a Colonia, además ya habíamos pasado por la catedral, que presuntamente es lo único que merece la pena allí. Y, por si eso fuera poco, una segunda noche en el hotel nos costaría lo mismo que la primera… y en la misma habitación. Así que nos quedamos en Dusseldorf, que es la capital del estado y tiene un con un centro histórico peatonal que debe ser muy agradable cuando no llueve. Aunque los locales bebían cervezas en las terrazas como si brillara un sol espléndido, igual que cuando están de vacaciones en cualquier localidad costera española. Paseamos por la explanada que da al grandioso río Rin bajo los paraguas, nos comimos unas trencitas de chocolate y sacamos fotos en una jornada de poca enjundia.

DusseldorfDusseldorfDusseldorfDusseldorf

nadie me lleva a Colonia El domingo nos fuimos al aeropuerto de Dormund, donde Juliana cogería un vuelo a Barcelona. Una vez el avión hubo salido me puse en marcha para regresar a Colonia, donde había quedado con un chaval que me llevaría a Bruselas, mi destino final del día. Traté de hacer auto-stop con tan poco éxito que seguía allí plantado cuando me llegó un SMS de Juliana donde decía que ya había llegado a Barcelona. Era el momento de ir a la estación de tren y pagar el precio en oro*.


Llegué a Colonia con tiempo de entrar en la catedral, que es realmente impresionante, y dar una vuelta por los alrededores, cargado con las dos mochilas, para asegurarme y convencerme de que realmente no hay mucho más que ver allí.
El viaje a Bruselas, ya de noche, tampoco tuvo mucha chicha. Y lo que vi en la capital belga lo dejo para el próximo capítulo.

*Ya sabéis, en contraposición al precio en hierro que pretendía pagar, a lo Greyjoy.

Núremberg, un paseo por la historia

sábado, 24 de agosto de 2013

El viaje de Praga a Núremberg fue bastante bien. Habíamos conocido a Peter por blablacar, era un alemán de origen checo con unos cincuenta años, mucha energía, larga melena blanca y un odio visceral por la sociedad de mercado, que según él convertía a las personas en objetos.
-¡Capitalismo! –gritaba con asco cada vez que veía un anuncio de McDonald's en la carretera.
Le pregunté si era comunista y me miró con tristeza: “Eso tampoco funciona”, dijo.
-¿Cual es la solución entonces? –le pregunté mientras el coche volaba por una autovía alemana.
-El humanismo –contestó.

Llegamos a Núremberg pasadas las diez de la noche. Habíamos quedado con nuestro anfitrión, Daniel, en la estación de tren. Su casa estaba en la otra punta del centro urbano, detrás del castillo, y nos dio un recorrido rápido por la ciudad dormida. El único lugar con vida era una cervecería que estaba en la plaza Beim Tiergärtnertor. Era una plaza pequeña, marcada por la muralla de la ciudad medieval y la casa natal de Alberto Durero. En los adoquines se sentaban grupos de alemanes que charlaban en murmullos y bebían cerveza. Nos sentamos en un hueco, apoyados en nuestras mochilas, para degustar unas jarras de cerveza natural. En la calma del ambiente destacaba la voz chillona de una chica morena y pequeña que hablaba en inglés con sus amigos. Su acento español era inconfundible.

Núremberg

El centro de Núremberg se puede recorrer a pié en un día, si uno no se entretiene demasiado. Daniel nos había marcado en un mapa los puntos más importantes y, dado que no teníamos demasiado tiempo, nos ceñimos al guión, dejando para otra ocasión las visitas al palacio de justicia, donde se llevaron a cabo los famosos juicios a los nazis, y el campo zeppelín, donde se realizaron masivas concentraciones del partido nazi en los años treinta.

castillo imperial de Núremberg Así que nos centramos en la ciudad medieval, perfectamente restaurada tras su aniquilación en la II guerra mundial. El hito más cercano a la casa de Daniel era el castillo imperial, que se eleva sobre la ciudad en una colina desde la que se puede ver toda la zona amurallada y parte de la ciudad moderna. El Sacro Imperio Romano Germánico tuvo su sede aquí durante siglos. Los edificios que lo conforman tenían la típica estructura de casas bávaras, con estructura de piedra y madera, contraventanas pintadas de rojo y blanco y macetas colgando de cada ventana.

castillo imperial de NúrembergNúremberg

En las iglesias góticas de Nuestra Señora y San Lorenzo se mostraban exposiciones con fotografías en blanco y negro del aspecto que presentaba la ciudad durante el nazismo, con grandes pancartas con esvásticas colgando de las fachadas, soldados desfilando y civiles que pasean despreocupados, ignorantes de lo que se les venía encima. En otras fotografías, tomadas al finalizar la guerra, esas mismas calles son montañas de desechos y ruinas en las que apenas se ven pequeños grupos de personas con ropas viejas y sucias que caminan con la cabeza gacha. Un autentico curso de historia y realismo social en imágenes estáticas.

Núrembergla fuente bonita, Núremberg

Carrusel del Matrimonio, Núremberg La llamada “fuente bonita” (s. XIV) era como una torre gótica de estatuas de santos y decoraciones doradas que estaba situada en medio de una plaza, enjaulada por una verja de hierro forjado (que por si misma sería un reclamo turístico) y rodeada de turistas que se sacaban fotos dando vueltas a un anillo engarzado en la verja que da suerte o algo así. Era la fuente más extraña y original que había visto nunca, sin duda. Al menos hasta que llegamos al Carrusel del Matrimonio, la otra fuente famosa de la ciudad. Esta fuente de 1984 es más convencional en su estructura, o sea, que se ve que hay agua corriendo por allí. En su interior grandes estatuas de bronce representaban un poema de un tal Hans Sachs que narra, de forma humorística, las seis fases del matrimonio, con figuras caricaturescas que muestran el amor fogoso de los jóvenes, la rutina, las luchas y finalmente, la muerte mostrada a través de dos viejos esqueléticos que se aprietan el cuello sobre un grandioso lagarto que medio se sale de la fuente. Parece que esta fuente causó mucha controversia en su momento porque salió muy cara y era demasiado atrevida, pero a mi me pareció magnífica.

Zum Gulden Stern, Núremberg Comimos en el Zum Gulden Stern, un lugar que nos había recomendado Daniel. Es el típico restaurante tradicional alemán con una camarera a la que sólo le faltó escupirnos en la cara, era una mujer mayor que supongo que estaría molesta por como habían cambiado las cosas desde que se fundó el local, que según los folletos es el restaurante salchichero más antiguo del mundo entero (se fundó en 1419). Pedimos las salchichas rostbratwurst, que son la especialidad de Núremberg. Son unas salchichas pequeñitas con un sabor intenso que se comen con mostaza y puré de patatas… y con cerveza, claro. Aun sin pedirlo la camarera nos puso pan en la mesa, pero (AVISO) Daniel nos había avisado de que no es “cortesía de la casa”, sino que si lo tocas te lo cobran. Así que allí se quedó.

 

Regresando a casa de Daniel a por nuestros equipajes cruzamos el río Pegnitz, que pasa por la ciudad de Este a Oeste, por un conjunto de puentes cubiertos. Los puentes, la pequeña isla con sauces y cipreses y las casas de piedra y madera hacen que este sea posiblemente el rincón más bonito de Núremberg. Que es una ciudad que ofrece mucho más de lo que yo esperaba.

Núremberg

Nota: escrito y publicado el 20 de Noviembre de 2013, en base a notas tomadas sobre el terreno.

Praga en buena compañía

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mi anterior visita a Praga (en 2010, entradas al respecto aquí y aquí) me había dejado un regusto algo áspero. La masificación, el calor, el cansancio y los precios comparativamente (muy) altos tiznaron un poco mi percepción de las maravillas que hay en esta ciudad. En aquella ocasión había llegado desde una zona rural (České Budějovice) y el contraste me pilló un poco a contrapié. En esta ocasión, ya sobre aviso de los inconvenientes de la ciudad y en (muy) buena compañía, he disfrutado mucho más.

PragaPragaPraga

Hemos dedicado la primera mañana de la estancia a hacer un tour (gratuito, por supuesto) muy completo que da una buena idea del centro y de la historia de la ciudad. La guía, Diana, se sabe un montón de anécdotas que cuenta con mucho colorido, haciendo del paseo una experiencia muy interesante y recomendable.

Diana, la guía de Pragamonumento a Kafka, Praga

Praga Ese mismo día se cumplía el 45 aniversario de la invasión soviética que puso fin a la famosa Primavera de Praga. En la plaza de Wenceslao se conmemoraba el aniversario con una exposición con un tanque y otros vehículos de la época y una pantalla gigante donde se pasaba un documental con videos de aquel acontecimiento. Decenas de personas de pie en la plaza veían la proyección en silencio y con gesto muy serio, se podía sentir que muchos de ellos habían vivido ese trágico momento de la historia de su país.

vista desde el parque Letná, Praga El parque Letná estaba entre el hotel y el castillo, así que lo recorrimos varias veces y merece un reconocimiento por si mismo. Está situado en una colina que baja hasta el río Vltava. En el punto más alto hay una explanada de cemento en la que en tiempos se situaba la estatua de Stalin. Hoy en su lugar hay un metrónomo gigante, que parece una de esas bombas que hay en los pozos petrolíferos en las películas estadounidenses. En el parque hay una gran cantidad de árboles, sobre todo coníferas, mucho césped, una zona de recreo con mesas y bancos de madera y muchos más praguenses paseando que turistas. ¡Ah, y unas vistas magnificas sobre la ciudad! (Como atestiguan la foto de la derecha y la panorámica nocturna que hay más arriba).

parque Letná, Praga

niño Jesús de Praga El último día teníamos bastante tiempo para recorrer lugares porque habíamos quedado a las seis de la tarde con Martin, un alemán con el que habíamos contactado a través de blablacar para que nos llevara a Núremberg. Estuvimos en el castillo, por el centro y visitamos al archiconocido niño Jesús de Praga. Está en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en un la lateral. Decenas de fieles sentados en los bancos o de rodillas rezaban a su alrededor, algunos (sobre todo mujeres, pero también hombres) lloraban. No sé muy bien porqué, porque la historia del niño Jesús de Praga se me escapa, pero supongo que apelarían a sus cualidades milagrosas para curar una enfermedad o le agradecían la consecución de algún objetivo. Por si a alguien le surge la duda: no, no iba de primera comunión.

Un perro llamado Guča (o, en polaco, Gucza)

lunes, 19 de agosto de 2013

Tiene un año y medio. Es de color blanco y con manchas negras. Es medio husky siberiano medio malhumorado. Gruñe mucho, odia que se le ponga una correa y esta es su historia.

Guča, el perroGuča, el perroGuča, el perro

Marta y Maja, amigas de Breslavia (Polonia) planearon ir al festival de trompeta de Guča (Serbia) el año pasado. Yo les había convencido tiempo atrás de que era un acontecimiento lúdico-festivo único que merecía vivirse. Finalmente Maja no pudo ir, pero Marta fue con otros amigos. Ella sigue reprochándome a día de hoy que la convenciera de que fuera para allá, porque no le gustó demasiado el festival. Supongo que le ocurrió lo que ocurre cuando te hablan demasiado bien de una película, vas a verla y te decepciona porque la tenías idealizada.

Guča, el perroGuča, el perro

El caso es que Marta se encontró, en medio de la vorágine trompetera de Guča, con un cachorrito abandonado. El desamparo de la criatura la conmovió y Marta decidió adoptarlo. Era el último día que pasaban en el festival y el grupo de amigos regresó a Polonia con un pasajero adicional, al que llamaron Guča. Así que Guča tomó la nacionalidad polaca, se renombró como Gucza, y desde entonces vive con mis amigas. En mi visita de este verano me forzaron a reconocer la paternidad del animalillo y trataron de persuadirme de que asumiera la custodia y me lo trajera para España. Naturalmente reconocí la paternidad (no hay más que mirar a esos ojos abobolinados para darse cuenta de que es sangre de mi sangre), pero les convencí de que era mejor para él quedarse en Polonia, por no causarle problemas de desarraigo y traumas innecesarios.

Guča, el perro

Y es así como Guča, el perro serbio de nacionalidad polaca y padre español, recorrió media Europa y se libró por los pelos de recorrer la otra media.

Guča, el perroGuča, el perroGuča, el perro