Hoy hemos ido a lo señoritos, en tuktuk. Al salir de la habitación nos hemos encontrado al conductor al que habíamos contratado ayer durmiendo en un sofá de mimbre que hay en la entrada del guest house. Tras varios intentos por parte del recepcionista de despertarlo (sutilmente: golpes, bofetadas, tirándolo al suelo…) hemos logrado que llame a otro compañero para que le sustituya. Inmediatamente se ha vuelto a dormir. Parece ser que se había acostado allí unos minutos antes de que nosotros llegáramos con algo de sangre en el alcohol. Así que hemos salido un poco más tarde de lo esperado.
La primera parada del día ha sido para ver amanecer en una escalinata de piedra a la orilla de un lago (artificial). La vista del sol saliente reflejado en el lago y la conversación con los niños-vendedores (no tan agobiantes como uno podría esperar) marcaban un comienzo de jornada prometedor. Bueno, la verdad es que ya había amanecido cuando llegamos, pero como unas nubes tapaban el horizonte y el astro rey no hizo aparición hasta que llevábamos allí un rato doy por buena la frase. Según los niños en el centro del lago hay un templo sumergido al que se puede ir cuando el nivel del agua baja lo suficiente, luego verificamos que esa información era cierta.
Desde allí hora y pico de tuktuk hasta el templo del día, Banteay Srei. Este templo está dedicado a Shiva y parece ser que es el precursor del movimiento artístico Khmer. Es bastante modesto en tamaño comparado con los bichos que hay por aquí, pero está lleno de bajorrelieves muy interesantes. Hemos cometido el error de desayunar en un chiringuito de la entrada antes de hacer la visita y lo hemos visto rodeados de japoneses y tailandeses en grupos guiados.
En media hora más de tuktuk estábamos a los pies de Kbal Spean. La verdad es que no sé exactamente QUE es lo que se llama así. El caso es que aquí no hay templos, es un monte selvático que hay que subir andando hasta un riachuelo con cascadas y (esto es lo importante) algunos tramos de la roca del fondo y orillas tallada con imágenes de Shiva, Vishnu, Brahma, inscripciones y miles de lingas (el símbolo de la suprema esencia de Shiva). No entiendo el porque de hacer algo así ni mucho menos el porque de hacerlo tan lejos de todo, pero quizás eso lo haga tan interesante…
Al bajar estuvimos haciendo tiempo para visitar un centro con animales rescatados de furtivos que había en la entrada. Pero a la una en punto, hora en la que supuestamente abrían, vimos un cartel en la puerta que decía que hoy no había visitas guiadas (la única forma de ver el centro). Así que la hora y media de espera fue en vano.
Volvimos a parar en el templo de Banteay Srei para que Guillermo comprara unos instrumentos musicales en los que se había estado interesando por la mañana y la siguiente parada fue en el museo de las minas (1$). Este museo fue fundado por un tal Aki Ra, ex-niño soldado del Khmer Rouge que lleva años desactivando minas y ayudando a los afectados por estos artefactos. En el museo hay una gran cantidad y variedad de minas, bombas y armas -todas ellas encontradas, y desactivadas, en Camboya- así como fotos y carteles informativos, historias personales… muy interesante y educativo.
A las cuatro de la tarde estábamos de vuelta en el guest house. Siesta, ducha, relax, cena y a dormir tempranito, que mañana toca otra sesión de bicicleta.
Nota: hoy he logrado limitar el número de fotos para la galería a 32. Habiendo sacado un total de 193 creo que está bastante bien.
Tras 45 días dando tumbos por Indochina ha llegado el gran momento. Visita a los templos de Angkor, antigua capital del reino Khmer y uno de los conjuntos histórico-monumentales más importantes del mundo. El reino de Angkor es el equivalente asiático al imperio romano en Europa. Podríamos poner como fechas claves de “principio” y “fin” los años 877 (cuando se comenzaron a construir los sistemas de irrigación masivos de la ciudad) y 1431 (cuando la ciudad fue saqueada por los tailandeses). En su momento álgido el imperio llegaba desde Myanmar (Birmania) hasta Vietnam y la ciudad de Angkor tenía un millón de habitantes. Cada rey rivalizaba con sus predecesores en la construcción de templos más grandes. La culminación en este aspecto es Angkor Wat, el monumento religioso más grande del mundo y actual símbolo nacional de Camboya (sale en la bandera). En el siglo XIX un francés “redescubrió” las ruinas y desde entonces no pasa un día sin que miles de japoneses saquen miles de fotos por aquí.
Para el primer día decidimos acercarnos al centro de la acción, la zona con mayor (y mejor) concentración de templos está a unos 7 kilómetros de Siem Reap. Así que a las 5:30 am, aún de noche, alquilamos unas bicis en el guest house y nos pusimos en marcha. El primer templo que uno se encuentra es la joya de la corona, Angkor Wat. Por desgracia habíamos llegado hasta allí por la carretera que no era la oficial y nos habíamos saltado las taquillas. Así que tuvimos que “despedalear” unos 3 kilómetros para comprar nuestros pases de tres días (40$). Digo yo que podrían poner las taquillas allí mismo, ¿No? Seguro que no somos los primeros que nos equivocamos. El caso es que para cuando entramos ya eran las siete de la mañana. La primera impresión no fue tan buena como esperábamos, la torre principal de Angkor Wat está en obras y tiene un andamio en la cara sur que rompe algo el encanto. Además, debido a estas mismas obras, no se pueden subir el total de sus 42 metros de altura, con lo que me gusta a mi trepar… en fin, dejando aparte estas nimiedades he de decir que el conjunto del templo es un espectáculo inconmensurable, tremendo, indescriptible… Y el que quiera saber más que vea las fotos.
En cuanto al ambiente general, pues muchos turistas y, en la entrada de cada templo, tiendas y chiringuitos con mujeres que te gritan que te acerques a comprar o consumir en cuanto te ven aparecer a lo lejos. En un momento dado iba con la bici a parar en la entrada de un chiringuito y una mujer del puesto anterior me siguió corriendo durante unos 50 metros ondeando su carta para que me quedara en su establecimiento. También hay muchos niños vendiendo postales, telas o libros. Lo de los niños es curiosísimo, todos hablan un inglés bastante bueno y me quedé perplejo cuando una niña de unos 10 u 11 años me siguió un rato recitando los números del 1 al 10 en inglés, alemán, español y otro idioma que no reconocí. Se te pegan como lapas cuando vas andando y da igual que les digas que no, se despiden con cosas como “maybe you buy me later” y “remember me, I’ll wait for you here”. Inasequibles al desaliento.
Phnom Penh es una ciudad de poco más de un millón de habitantes y la verdad es que no hay mucho que ver. Suciedad, indigentes, niños vendiendo libros o refrescos con un sorprendente nivel de inglés, mercados con cosas poco apetecibles y, para turistas, el palacio real (al que no entré porque la entrada costaba 6$ y creo que eso es abusar, con la explicación de Guillermo me doy por satisfecho) y el museo nacional (al que no entré porque no había tiempo). Así que en algo más de dos horas -incluyendo la parada del desayuno- te haces una buena idea de lo que Phnom Penh da de sí.
El bus tardó algo más de seis horas en cubrir los 315 kilómetros que separan la capital de Siem Reap. Eso incluye la parada para comer y la parada forzada por el reventón de una rueda. El pasaje era aproximadamente 50% turistas y 50% locales, bastante espacio para las piernas, aire acondicionado… por 4,50$ no está mal. El paisaje en este país es monótono, llanura infinita -como Castilla, pero con palmeras- y aldeas de casas de madera por doquier. Lo bueno es que la carretera es recta, esto en Laos serían unas 14 horas de autobús. Por cierto, en el sitio donde hemos parado a comer había vendedoras con cestos llenos de arañas o saltamontes asados.
Otro día fluvial. Esta mañana hemos salido de Chau Doc a las siete en el barquito que nos ha llevado hasta la frontera con Camboya. Hemos hecho dos paradas turísticas -inesperadas, pero interesantes- en un criadero de pescado flotante y en una aldea de la etnia noseque donde venden telas, pulseras y baratijas variadas. En la frontera hemos parado para comer mientras la guía se encargaba de arreglar nuestros visados (22$). Una vez resuelto todo otro barquito nos ha recogido y nos ha llevado río arriba hasta unos 50 kilómetros de Phnom Penh. Allí nos ha recogido un bus que nos ha llevado hasta el destino final, a donde hemos llegado a las cinco y media de la tarde.
Una vez en Phnom Penh nos hemos ido directamente a un guest house que me habían recomendado al lado del lago. La habitación es muy cutre, pero solo cuesta 5$ y el sitio está muy bien, con terracita sobre el lago y todo. El barrio este es el gueto mochilero de la ciudad, pero no se parece mucho a Khao San Rd. (Bangkok). Es más sucio y más que una calle es un laberinto de callejuelas llenas de bares, restaurantes occidentales, pequeñas tiendecitas, niños vendiendo libros y mini agencias de viajes… un mundo curioso.
Otro día de bici, pero a lo tranquilo. Hemos ido a la montaña Sam, que está a unos 3 o 4 kilómetros de Chau Doc. Esta “montaña” de 260 metros de altura debe ser la máxima (¿Única?) elevación del delta, lo que le da todas las papeletas para ser un lugar sagrado. En sus faldas hay docenas de templos, en su mayor parte chinos, que son lugar de peregrinaje para fieles de la amalgama de religiones que aquí se practican. En todos ellos hay ofrendas de incienso y comida (como en todos los templos de Indochina), pero en uno de ellos, el templo de Lady Xu, la cosa llega a ser un poco exagerada: hay hasta ofrendas de cerdos asados enteros.
Hemos visitado algunos templos y hemos dado la vuelta a la montaña (tampoco es que sea mucho esfuerzo, la verdad). Lo que ha sido duro ha sido dejar la bici en el pié de la carretera que sube a la cima y ponerse a andar. Hacía mucho calor y la carretera tiene mucha pendiente. Encima había que ir apartando motoristas-moscones, aunque unos niños que nos acompañaron unos metros le dieron alegría a la cosa. Solo hemos subido hasta un promontorio con dos tumbas y unas vistas muy bonitas, aunque un poco a contraluz. Todo sea dicho, Guillermo se veía con fuerzas y ha subido un poco más.
Ayer no mencioné que Can Tho es famoso por sus mercados de agua. Aunque estos se encuentran a bastante distancia de la ciudad (el más cercano está a 6 kilómetros) este es el sitio elegido por los turistas para pernoctar y contratar los tours para visitarlos, como hemos hecho nosotros. Ayer, nada más llegar al hotel contratamos el nuestro con una chica que nos había seguido en su moto desde la estación de autobuses, bastante persistente la chiquilla. La verdad es que nos dio buena impresión y era un tour de ocho horas en una barca para nosotros solos por 13€ cada uno… parecía razonable.
A las cinco de la mañana el tío de la chica de ayer estaba ya esperándonos en la puerta del hotel. Nos ha llevado hasta su barquita (del mismo estilo que la de ayer, a lo fuera-borda) y a las cinco y diez estábamos navegando por el río en dirección al primer mercado. Huelga decir que era completamente de noche. Así que las primeras fotos decentes son de las seis menos diez, del espectacular amanecer. A las seis y veinte llevamos al primer mercado. No había demasiada animación, pero es realmente curioso ver los barcos llenos de mercancías y la gente vendiendo y comprando desde sus barquitas. Rechazamos al puesto del café y, cuando se nos acercó el puesto de los bocatas aprovechamos para desayunar.
El camino de regreso lo hicimos por otra zona, de canales más estrechos. Aquí descubrimos unos anfibios pequeñitos -entre 4 y 8 centímetros de longitud- muy curiosos que estaban en las riberas. Paso de describirlos, ved la foto.
